jueves, septiembre 14, 2006

Corrección

Publico lo que acabo de escribir, apenas corregido.

Corrección

Hace tiempo que sólo hablo de relojes blandos y la mañana me asalta con un lagrimón errante. Les cuento que era poco ortodoxa mi versión del episodio de la otra noche. En realidad, Javier no era de barro y no existe. Estaba Luis, entonces la historia cambia. Mamá no despierta al bebé por su presencia inflamable. Ah, y lo que se escuchaba era una versión bastardeada de una canción que no es tan bonita.
Esperen, está todo desordenado. Es así: Cuando Luis entra a la casa, Mamá no puede despertar al bebé porque sabe que el niño llora. A Luis no le gusta que lloren. Javier no estaba porque no existía, entonces no llenó de barro los muebles y esas cosas terribles que les comenté no pasaron. Cuando baja las escaleras mamá, se topa con Luis que preparaba el mate. No, no, el té porque él es anglofílico. El vapor que emana la infusión le recuerda a calles nubladas (Javier hubiese hecho mate si no fuese de barro y existiera).
Esa es más o menos la historia. Creo innecesario extenderme horas describiendo el homicidio. Todos leyeron los diarios y conocen el espantoso final.

miércoles, septiembre 06, 2006

Sin título ( o Mi encuentro con el Hombre de Barro)

Finalmente publicó lo que estuve "trabajando" en lós últimos días. Agradezco a todos quienes me ayudaron.


Sin título (o Mi encuentro con el Hombre de Barro)



El cielo se quedó mudo. Miraba indiferente con su silencio agresivo. Insolente. Mi piel se estremecía ante lo que no llegaba a ser murmullo, ante lo que no llegaba a ser sonido siquiera. Supuse que me mostraría un gris parco, aunque más de una vez me sorprendió con alguna extraña variación del rosa. No sé, no miré.
Llovería, quizás. La maleza entre mis rodillas siseaba calma, contestándole apenas a las gotas que tal vez serían. Pasó poco tiempo antes de que los árboles se viesen incluidos en el diálogo prematuro. Las hojas despertaron tímidas, aún así homogéneas y amarillas. Acaso las ramas se balanceaban produciendo aquél efecto. La brisa era demasiado tenue aún para efectos desbordantes.
No estoy seguro de la perpetuación del movimiento de las hojas o si la brisa continuó siendo brisa. Una novedad vedó la posibilidad de seguir contemplando el espectáculo. Demasiado ocre era su sobretodo como para voltear la mirada. Estimo, sí, que al menos una gota encontró mi nuca.
 
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